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ENTRE RISAS Y AGUA

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Por Juan Andrés Estas vacaciones no fueron sobre lugares lejanos ni aventuras imposibles, sino sobre algo más simple y, quizá, más valioso: el tiempo con mi familia. Viajamos juntos a un parque acuático llamado La Caldera, y desde que llegamos, el sonido del agua se mezcló con nuestras risas como si fueran parte de la misma canción. Entre chapuzones y carreras para alcanzar el siguiente tobogán, entendí que la felicidad no siempre se busca en lo extraordinario; a veces se encuentra en la mirada cómplice de un hermano, en la paciencia de un padre o en el abrazo de mamá cuando el sol empieza a caer. Ese día no solo me llevé fotos ni recuerdos de agua salpicando. Me llevé la certeza de que el amor familiar es como una corriente que nos sostiene, que nos refresca y nos empuja hacia adelante, incluso cuando no lo notamos. Y que, como el agua, se siente mejor cuando lo compartimos.